De Luis A. Chávez
El primer submarino mexicano estuvo listo allá por los años 60 en los astilleros de Alvarado, Veracruz. Era la época cuando un viejito se subía a la panga y tocaba melodías pegándole con un palito a un serrucho, “o sea que ya llovió”, dijo una señora que me vio en el chat escribiendo esto y me cambié de máquina, mejor. El submarino no fue botado enseguida debido al burocratismo que, hasta la fecha, impera en el país. Lo agarraron de motivo político: “porque faltaban fotostáticas, actas de nacimiento, sellos, copias de la licencia autorizada del capitán que iba a dirigirlo”, etcétera, y así fue como se pospuso la inauguración de la nave. Pero por fin (dando una mordida) el aparato se hizo al agua, pero no tardó mucho; tanto tiempo en el astillero lo oxidó y lo habían quesque protegido con pintura pero de agua, tenía que ser de aceite.
-No se vale- dijo el capitán- esto se llama corrupción, no chinguen- cuando al regresarlo unos pescadores, que cobraron diez millones de pesos por remolcarlo (esto también ya fue denunciado) le dieron ora sí el visto bueno (dando otras mordidas) y, para ajustar algunos gastos, dibujaron en la proa del submarino el osito de la fábrica de pan mientras que, en la popa, el pato que dice con chillona voz que “lo recuerden”. Estaba listo, el submarino nacional se hizo a la mar. Pero lo regresaron.
-¿Otra vez?- dijo la señora que en el chat insistía en leer lo que yo escribía.
Se alegaba ahora, incluso hasta en la Cámara (esa donde la prensa nacional fotografía las curules vacías o los agarran dormidos con la boca abierta) que el nombre con el que se había bautizado a la nave no “era justo”. En efecto, con letras de oro y más chicas que la propaganda del osito panadero y del patito, se podía leer: Pancho Villa. Unos dijeron que por qué, que mejor dijera Doroteo Arango; otro que no, que mejor Sor Juana, mientras que los diputados de Alvarado proponían Toña La Negra.
-¡Ja, Toña La Negra!- se burló un diputado de la oposición al ver que los alvaradeños abandonaban la sesión y se iban enfrente a tomar un licuado.
-¿Qué hacemos?- dijo uno de esos políticos.
-No nos moveremos, que mejor le pongan Agustín Lara.
-¡Pero los colegas de Tabasco quieren que se llame Chico Ché!
-Están pendejos, Agustín Lara o que lo vuelvan a llevar al astillero.
El caso es que -para no hacerle el cuento largo- el primer submarino mexicano está amarrado ahora en Ciudad Madero, donde los diputados tampiqueños quieren ponerle “Don Joaquín”, y claro, la cosa está que arde. De la tripulación se sabe que todos están cobrando, desde los años sesenta, sus salarios íntegros, sus hijos claro porque muchos ya se jubilaron. Y usted, ¿cómo quiere que se llame el primer submarino mexicano? (así como le pusieron nombre a Tohuí) mande sus sugerencias.
benito juarez
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